miércoles, 5 de diciembre de 2007

Don Boco, ¿fue santo desde niño?

Muchos nos sentimos incómodos ante esos santos que se nos presentan desde pequeñitos llenos de virtudes y capaces de hacer reflexiones tan sublimes que se vuelven increíbles. Nosotros tenemos la manera de acercarnos al verdadero Juan Bosco, muchacho normal y muy parecido a sus compañeros de edad y a nosotros en edad parecida.

Él nos dejó escrita una parte de su vida en las “Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales, de 1815 a 1855”. Varemos aquí algunos de los hechos narrados por él mismo.

· En 1826 hace la primera comunión y su mamá Margarita le da unos consejos recomendaciones que le hacen escribir: “Recordé los avisos de mi buena madre y procuré ponerlos en práctica y me parece que desde entonces hubo una mejora en mi vida, sobretodo en lo tocante a la obediencia y a la sumisión a los demás, que eran cosas que me costaban mucho, de manera que, cuando alguien me daba alguna orden o me hacía alguna advertencia, yo siempre buscaba disculparme con razones pueriles”

· Recordemos aquel momento de discusión con su medio hermano Antonio, que oponía a que estudiara y le decía:
-Ya he aguantado bastante. Voy a acabar con esa gramática. Yo crecí y me hice fuerte sin necesidad de ver ni un libro.
Dejándome llevar por el disgusto y la rabia, respondí con algo que nunca debí haberle dicho:
-Qué tonterías dices, ¿no te das cuenta de que el burro es todavía más robusto que tú y no ha ido tampoco a la escuela? ¿es que quieres ser como él?
Oír esto y echarse sobre mí fue una sola cosa, de suerte que sólo me libré de la lluvia de golpes y coscorrones, gracias a la agilidad de mis piernas.

· En la escuela de Chieri un día olvida su libro de texto y pretendió engañar al profesor tomando en sus manos otro diverso, gracias a que de memoria estaba repitiendo los renglones que le había señalado el maestro; en ocasiones hacía las tareas a los otros, o se deja copiar y estuvo a punto de ser suspendido por ese motivo.

· En una ocasión en que se puso a defender a su amigo Luis Comollo, escribe: “perdiendo el control de mí mismo, y no usando la razón sino a fuerza”.

· Al final de su tercer año en las Escuelas Públicas de Chieri, tiene una grave crisis vocacional en la que no hay quien le ayude a discernir, y dice: “el sueño de Murialdo estaba siempre fijo en mi mente, es más, se me había repetido otras veces de un modo bastante más claro por lo cual, si quería prestarle fe, debería elegir el estado eclesiástico hacia el que me sentía inclinado. Pero, por una parte, no quería creer en sueños y, por otra, mi modo de vivir, ciertas tendencias de mi corazón y la falta absoluta de las virtudes necesarias para este estado hacían dudosa y bastante difícil mi decisión”.

Y podríamos seguir buscando expresiones y recuerdos parecidos acerca de su afición a las cartas, de sus pérdidas de tiempo, de su afición a las lecturas profanas durante el seminario, de su vanagloria al predicar: “Conservo todavía, y me da pena decirlo, aquellos sermones en los que no veo sino vanagloria y afectación”. Tenemos un testimonio de su gran amigo compañero desde sus tiempos de estudiante y del seminario, el padre Juan Francisco Giaccomelli, que fue también su confesor, quien “recordaba haberlo visto persiguiendo a un muchacho que intentaba escaparse a la hora de entrar a la iglesia”.Estos datos no tratan de denigrar a D.Bosco, sino de hacérnoslo cercano, de verlo de tamaño natural, creciendo y superando sus defectos y errores. Casi siempre que habla de un defecto señala también que trató de corregirlo: “hubo una mejora... dejé las cartas... me aconsejé...”. Tratamos de ver a D.Bosco como alguien a quien podemos imitar. Creo que lo que ayudó a D.Bosco a santificarse, a mejorar, fue el amor a sus muchachos... “por vosotros estudio, por vosotros trabajo, por vosotros estoy dispuesto a dar la vida”. Todos sus dones de naturaleza y gracia los puso a disposición de un único proyecto de vida: “servir a los jóvenes”.

martes, 27 de noviembre de 2007

Don Bosco, ¿fue siempre muy paciente?

Es un hecho poco conocido y que nunca aparece en las biografías de don Bosco. Se teme que su imagen quede dañada. Nosotros creemos que mientras más verdadero es don Bosco, su figura va creciendo ante nuestro concepto, y sobre todo se nos va haciendo más imitable.

Encontramos en las Memorias Biográficas, vol. IV, pág. 432, el siguiente hecho:

“Le movía el amor de la justicia y de las almas y no la pasión. Entre las faltas más graves enumeraba don Bosco la desobediencia, cuando tomaba casi el aspecto de revuelta. Cierto día, un alumno ya mayor, pese a las repetidas órdenes, acompañadas de ruegos y pacientes exhortaciones, se negaba con obstinación e insolencia a obedecer, en un asunto de mucha importancia. Estaban presentes los compañeros. En aquel momento no podía ni debía ceder: era necesario impedir un escándalo, pero no admitía la idea de ocasionar ningún daño a aquel su hijito, despidiéndole. Así que, después de concentrarse un momento, invocó al Señor y le soltó una bofetada. Aquello fue como un rayo. Todos los muchachos concibieron vivo horror por la desobediencia, pues nunca habían visto al Superior castigar de aquel modo. Don Bosco se cubrió el rostro con las dos manos. El muchacho, estupefacto, bajó la cabeza, obedeció instantáneamente y, a partir de aquel momento, se convirtió en uno de los mejores del Oratorio. Muchos años después nos narraba don Bosco este caso y decía: la cosa resultó bien, pero no aconsejaré a nadie que corra este riesgo.

sábado, 27 de octubre de 2007

¿Qué aconseja Don Bosco en los pleitos con los externos?

En su Testamento Espiritual nos dejó escrito:

“Con los externos hay que tolerar mucho, y soportar incluso alguna pérdida, antes que llegar a litigios. Con las autoridades civiles y eclesiásticas conviene aguantar todo lo que se pueda honestamente, pero no hay que llegar a pleitos ante los tribunales laicos.
Pero como algunas veces no se pueden evitar, yo les aconsejo que se acuda a la intervención de una o dos personas que hagan de árbitros o jueces, con plenos poderes, ateniéndose a su veredicto. De este modo se salva la conciencia y se pone fin a asuntos que ordinariamente son largos y costosos y en los cuales difícilmente se mantiene la paz y la caridad”

jueves, 18 de octubre de 2007

Ceferino Namuncurá

Ceferino era hijo del “Señor de la Pampa”, el grande cacique de los Araucanos (Mapuches) Manuel Namuncurá, derrotado y sometido por el ejército argentino en 1883. Nació en Chimpay el 26 de agosto de 1886 y fue bautizado, dos años más tarde, por el misionero salesiano padre Milanesio, el mismo que había mediado para que se llegara al acuerdo de paz entre Araucanos y ejército argentino, acuerdo que permitió al papá de Ceferino conservar el título de “Gran Cacique” para sí y el territorio de Chimpay para su pueblo.

Cuando Ceferino tenía once años, su padre lo matriculó en la escuela del gobierno en Buenos Aires: quería hacer del hijo el futuro defensor de los Araucanos. Pero Ceferino se encontró incómodo, y el padre lo pasó al colegio salesiano Pío IX. Aquí inició la aventura de la gracia, que transformaría un corazón no iluminado aún por la fe en un testimonio heroico de vida cristiana. Demostró enseguida mucho interés para el estudio, se enamoró de las prácticas de piedad, se apasionó por el catecismo y se hizo simpático a todos, compañeros y superiores. Dos hechos lo lanzaron hacia las cumbres más altas: la lectura de la vida de Domingo Savio, de quien se volvió ardiente imitador, y la Primera Comunión, en la cual estipuló un pacto de absoluta fidelidad a su grande amigo Jesús. Desde entonces este muchacho, que hallaba difícil “ponerse en fila” y “obedecer al repique de la campana”, se volvió un modelo. Un día –Ceferino ya era aspirante salesiano en Viedma– Francisco De Salvo, viéndolo llegar como un rayo montado a caballo, le gritó: “Ceferino, ¿qué te gusta más?”. Esperaba una respuesta que se refiriera a equitación, arte en que los Araucanos eran maestros. Pero el muchacho, conteniendo el caballo: “Ser sacerdote”, contestó, y siguió la carrera. Fue cabalmente en estos años de crecimiento interior cuando su enfermó de tuberculosis. Lo volvieron a su clima nativo, pero no bastó. Monseñor Cagliero pensó entonces que en Italia habría encontrado mejores atenciones médicas. Su presencia no pasó desapercibida en el país: los periódicos hablaron con admiración del Príncipe de las Pampas. Don Rúa lo sentó a la mesa con el Consejo General. Pio X lo recibió en audiencia privada, escuchándolo con interés y regalándole una medalla suya ad príncipes. El 28 de marzo de 1905 hubo que asilarlo en el hospital Fatebenefratelli de la Isla Tiberina, donde se apagó el 11 de mayo siguiente, dejando tras sí una huella de bondad, diligencia, pureza y alegría inimitables. Era un fruto maduro de la espiritualidad juvenil salesiana. Sus restos se hallan ahora en el Santuario de Fortín Mercedes, Argentina, y esa tumba suya es meta de peregrinaciones ininterrumpidas, porque grande es la fama de santidad de que él goza entre su gente.

jueves, 4 de octubre de 2007

¿Es verdad que la santidad consiste en estar siempre alegres?

Es el lema de los Amigos de Domingo Savio (ads) y se le encuentra en casi todas las paredes de los colegios y oratorios salesianos. Es un lema atrayente. Pero... ¿no le falta algo muy importante? Veamos el contexto en que fue dicha.

La frase que aparece en la biografía de santo Domingo Savio escrita por san Juan Bosco. Domingo se preocupaba por ayudar a un buen compañero del Oratorio llamado Camilo Gavio. Conversaban sobre la posibilidad de hacerse santo. La frase tomada sin el contexto, y mutilada así, no revela en verdad el pensamiento de Domingo Savio, ni de don Bosco su educador. Así dice el texto en el capítulo XVIII de esa Vida de Domingo Savio:

Domingo Savio se encuentra con Camilo Gavio y le pregunta:
- ¿Qué te pasa que estás triste? ¿Te encuentras enfermo?
- Sí, he estado gravemente enfermo. Un ataque del corazón me llevó al borde del sepulcro y aún no me he curado del todo
- Desearías curar, ¿verdad?
- Hombre, estoy completamente resignado a la voluntad de Dios
Estas últimas palabras demostraban que Gavio era un joven de piedad nada común y constituyeron un verdadero consuelo para el corazón de Domingo. En consecuencia, reanudó el diálogo con toda confianza:
- Quien desea hacer la voluntad de Dios desea santificarse. Entonces tú deseas ser santo, ¿verdad?
- Sí, ésta es mi gran ilusión
- Muy bien, así aumentaremos el número de nuestros amigos y tomarás parte con nosotros en nuestros esfuerzos por santificarnos
- Es algo muy hermoso, pero no sé qué hacer
- Te lo voy a decir en pocas palabras: TIENES QUE SABER QUE AQUÍ NOSOTROS HACEMOS CONSISTIR LA SANTIDAD EN ESTAR MUY ALEGRES. PROCURAMOS POR ENCIMA DE TODO HUIR DEL PECADO, COMO DE UN GRAN ENEMIGO QUE NOS ROBA LA GRACIA DE DIOS Y LA PAZ DEL CORAZÓN. EN SEGUNDO LUGAR,TRATAMOS DE CUMPLIR EXACTAMENTE NUESTROS DEBERES Y FRECUENTAR LAS PRÁCTICAS DE PIEDAD. EMPIEZA DESDE HOY A ESCRIBIR COMO RECUERDO LA FRASE: "SERVID AL SEÑOR CON ALEGRÍA".
De modo que "alegres" sí, pero la alegría es producto de una vida vivida en gracia, alejada del pecado, cumpliendo con todos los deberes y acercándose a los sacramentos. Ese es el programa completo de la santidad juvenil salesiana.

miércoles, 15 de agosto de 2007

Síntesis Biográfica

Nació el 16 de agosto de 1815, poco después de que Napoleón fuera vencido definitivamente la batalla de Waterloo. Quedó huérfano de papá antes de cumplir 2 años (1817). Su familia quedó integrada así: Mamá Margarita (29 años), Abuela Margarita Zucca (64 años), Antonio José (9 años), José Luis (4 años), Juan Melchor (1 año y 9 meses). Eran tiempos de sequías y carestía, pasó pobreza y hambre durante los primeros años.

En 1824 empezó a estudiar en una escuelita para campesinos de Capriglio, el pueblito de su mamá. Antonio, su hermanastro, se opone a que estudie. Mamá Margarita en cambio le apoya y hace que frecuente la escuela durante los inviernos de 1824 y 1825. A los 9 años tuvo un sueño que le quedó grabado para toda la vida y en el que Jesucristo y la Virgen María le señalan su misión en la vida. Pero no le cree al sueño. Ese sueño se repetirá varias veces en los años siguientes, incorporando en ellos nuevos elementos que le van aclarando lo que Dios quiere de él.
Para solucionar en algo el problema con Antonio, Mamá Margarita lo mandó a trabajar en la propiedad de una familia Moglia en las cercanías de Moncucco. Allí permaneció casi dos años (1828-1829). Le abrieron un espacio en la familia y se encontró muy bien, pero no consiguió quién le ayudara a estudiar.

1829-1830. Regresó a su casa por indicación de su tío Miguel, hermano de su mamá, y en esos mismos días se encontró con el P.Calosso, caminando desde Buttigliera a I Becchi. El anciano sacerdote se interesó en él y se ofreció a ayudarle en los estudios y en su crecimiento espiritual. Pasó un año inolvidable con este buen sacerdote. Pero el padre Calosso murió repentinamente (noviembre de 1830).1831. Mamá Margarita arregló las dificultades con Antonio separando los bienes familiares y entregándole su parte. Luego mandó a Juan a la escuela de Castelnuovo, donde pasó un semestre que terminó mal por causa del profesor.1831-1835. Mamá Margarita le buscó un lugar en las Escuelas Públicas de Chieri y ahí finalmente logró emprender en forma sistemática los estudios. Fue tiempo de explosión juvenil, de triunfos en los estudios, de simpatía y prestigio entre sus compañeros con quienes fundó la “Sociedad de la Alegría”. Tuvo grandes y muy buenos amigos, entre ellos Luis Comollo, que luego entrará también al seminario y allí va a morir muy joven.Tuvo su confesor, pero en el momento de la elección vocacional no le ayudó. Se inclinaba por hacerse franciscano y aprobó el examen de admisión, pero un anciano sacerdote, tío de su amigo Comollo, le aconsejó entrar al seminario.1835-1841. Estuvo 6 años en el seminario de Chieri (2 de filosofía y 4 de teología). Se esforzó por adquirir las virtudes de un buen eclesiástico, en un clima rigorista y de estricta disciplina. Observó buena conducta y estudió mucho. Obtuvo el aprecio y cariño de superiores y compañeros. Se ordenó sacerdote el 5 de junio de 1841.

1841-1844. Años atrás había conocido al P.José Cafasso, 4 años mayor que él y que también había estudiado en Chieri y en el mismo seminario. Este padre aconsejó a Juan que entrara al Convitto, en la ciudad de Turín. Era una residencia para sacerdotes, donde recibían capacitación para su trabajo pastoral. Allí permaneció 3 años. De esta institución dijo que allí se aprendía a ser sacerdote. Mientras estudiaba tuvo oportunidad de hacer experiencias pastorales que le llevarán a descubrir su vocación para los muchachos pobres y abandonados. Esto sucedió visitando las cárceles.

De esa experiencia escribió así:
“Empezó (el P.Cafasso) primero por llevarme a las cárceles, en donde aprendí enseguida a conocer cuán grande es la malicia y la miseria de los hombres. Me horroricé al contemplar cantidad de muchachos, de doce a dieciocho años, sanos y robustos, de ingenio despierto, que estaban allí ociosos, roídos por los insectos y faltos en absoluto de alimento espiritual y material. En estos infelices estaban personificados el oprobio de la patria, el deshonor de la familia y su propio envilecimiento. Pero ¡cuál no fue mi asombro y mi sorpresa cuando me di cuenta de que muchos de ellos salían con propósito firme de una vida mejor y que luego volvían a ser conducidos al lugar de castigo de donde habían salido pocos días antes”...
Y más adelante escribe: “Entonces palpé por mí mismo que si los jóvenes salidos de lugares de castigo encontraban una mano bienhechora que se preocupara de ellos, los asistiera en los días festivos, les buscara colocación con buenos patronos y les visitara durante la semana, esos jóvenes se daban a una vida honrada, olvidaban el pasado y resultaban, al fin, buenos cristianos y dignos ciudadanos. ESTE ES EL ORIGEN DE NUESTRO ORATORIO que, con la bendición del Señor, tomó tal incremento como yo nunca hubiera podido imaginar”. Mientras estuvo en el Convitto reunió muchachos durante los fines de semana, los entretenía, les daba catequesis, les predicaba, les confesaba, les celebraba la misa...

1844-1846. Después de estudiar y hacer prácticas pastorales con enfermos, con niños y jóvenes en la catequesis, en la predicación, en las cárceles, etc... lo mandaron como capellán a una institución para niñas pobres llamada El Refugio. Allí le dieron unas habitaciones y en los fines de semana y en sus tiempos libres seguía atendiendo a los muchachos que los seguían desde el Convitto. Pero un día, la Marquesa Barolo, fundadora y protectora del Refugio, le intimó a que dejara a sus chiquillos o dejara el Refugio. D.Bosco no dudó y le dijo: “Usted puede conseguir otros sacerdotes para su obra, pero estos muchachos sólo me tienen a mí”. Y empezó un período de errante con sus muchachos mientras encontraba un lugar fijo y propio para ellos.En la Pascua de 1846 (12 de abril) encontró por fin una casita y un terrenito en el barrio de Valdocco, de mala fama. El señor Francisco Pinardi le rentó unos cuartitos en la planta baja y el terrenito adjunto. Mamá Margarita se vino a Turín a vivir con su hijo sacerdote y no le dejará durante los 10 años que le quedan de vida. Al año siguiente ya rentaba toda la casa. Empezó por atender a los chicos que se reunían los fines de semana para jugar, divertirse, aprender el catecismo, estudiar, confesarse y comulgar, oír la misa festiva; mientras que durante la semana los iba a visitar a los lugares donde trabajaban, vigilando para que estuvieran en buenas condiciones, se les enseñara el oficio, se les dejara libres los días de fiesta. Él se encargaba de motivar a los chicos para responder con buena conducta y empeño. 1847- Una noche del mes de mayo llegó un niño totalmente mojado por la lluvia y tiritando a pedir cobijo. Don Bosco y mamá Margarita le dieron de cenar y le pusieron un camastro en la cocina. Así empezó el hospicio para muchachos sin casa, que venían de pueblitos de montaña para buscar trabajo y no tenían gente conocida en la ciudad. En pocos años los internos serán decenas y hasta centenares.D.Bosco abrió talleres, escuela, construyó una iglesia dedicada a S. Francisco de Sales, empezó a editar las Lecturas Católicas.Como su obra crecía, necesitaba quién le ayudara y continuara lo que él estaba haciendo, fundó la Congregación Salesiana en 1859 y más tarde, en 1872, funda también a las Salesianas (Hijas de María Auxiliadora). Además invitó a los laicos a participar en su misión y fundó la Pía Unión de Cooperadores Salesianos (Asociación de Cooperadores Salesianos) en 1876.Mandó salesianos a fundar obras para los muchachos pobres fuera de Turín y a otros países de Europa. En 1875 mandó sus primeros misioneros a Argentina, que se extendieron rápidamente a otros países de ese continente.
Cuando murió eran casi 800 los salesianos. Actualmente don Bosco está en más de 100 países y son 16,000 los salesianos.

martes, 14 de agosto de 2007

¿Quién fue Don Bosco?

Hijo de campesinos nace en el Piamonte, al norte de Italia en 1815. Con el respaldo incondicional de su madre Margarita, mujer práctica y de profunda fe, estudia en medio de un sin fin de adversidades y se ordena sacerdote el 5 de junio de 1841. Impulsado por un sueño tenido a los nueve años y repetido varias veces, se dedica a los adolescentes y jóvenes pobres y abandonados, especialmente emigrantes del campo, víctimas de la desocupación y la delincuencia.
Para ellos y con ellos crea el “Oratorio”, concebido como casa que cuaje, escuela que encamina hacia la vida. Su preocupación se extiende no sólo a los muchachos de Turín, sino a los de todo el mundo, y para ellos funda un vasto movimiento: la Familia Salesiana, compuesta por religiosos, religiosas y laicos: Salesianos (1859), Salesianas (1872), Cooperadores (1876) y más de veinticinco instituciones que se han ido agregando. Don Bosco muere en Turín a los 72 años, el 31 de enero de 1888. La Iglesia reconoció su santidad de vida reconociéndolo santo el 1 de abril de 1934.