sábado, 27 de octubre de 2007

¿Qué aconseja Don Bosco en los pleitos con los externos?

En su Testamento Espiritual nos dejó escrito:

“Con los externos hay que tolerar mucho, y soportar incluso alguna pérdida, antes que llegar a litigios. Con las autoridades civiles y eclesiásticas conviene aguantar todo lo que se pueda honestamente, pero no hay que llegar a pleitos ante los tribunales laicos.
Pero como algunas veces no se pueden evitar, yo les aconsejo que se acuda a la intervención de una o dos personas que hagan de árbitros o jueces, con plenos poderes, ateniéndose a su veredicto. De este modo se salva la conciencia y se pone fin a asuntos que ordinariamente son largos y costosos y en los cuales difícilmente se mantiene la paz y la caridad”

jueves, 18 de octubre de 2007

Ceferino Namuncurá

Ceferino era hijo del “Señor de la Pampa”, el grande cacique de los Araucanos (Mapuches) Manuel Namuncurá, derrotado y sometido por el ejército argentino en 1883. Nació en Chimpay el 26 de agosto de 1886 y fue bautizado, dos años más tarde, por el misionero salesiano padre Milanesio, el mismo que había mediado para que se llegara al acuerdo de paz entre Araucanos y ejército argentino, acuerdo que permitió al papá de Ceferino conservar el título de “Gran Cacique” para sí y el territorio de Chimpay para su pueblo.

Cuando Ceferino tenía once años, su padre lo matriculó en la escuela del gobierno en Buenos Aires: quería hacer del hijo el futuro defensor de los Araucanos. Pero Ceferino se encontró incómodo, y el padre lo pasó al colegio salesiano Pío IX. Aquí inició la aventura de la gracia, que transformaría un corazón no iluminado aún por la fe en un testimonio heroico de vida cristiana. Demostró enseguida mucho interés para el estudio, se enamoró de las prácticas de piedad, se apasionó por el catecismo y se hizo simpático a todos, compañeros y superiores. Dos hechos lo lanzaron hacia las cumbres más altas: la lectura de la vida de Domingo Savio, de quien se volvió ardiente imitador, y la Primera Comunión, en la cual estipuló un pacto de absoluta fidelidad a su grande amigo Jesús. Desde entonces este muchacho, que hallaba difícil “ponerse en fila” y “obedecer al repique de la campana”, se volvió un modelo. Un día –Ceferino ya era aspirante salesiano en Viedma– Francisco De Salvo, viéndolo llegar como un rayo montado a caballo, le gritó: “Ceferino, ¿qué te gusta más?”. Esperaba una respuesta que se refiriera a equitación, arte en que los Araucanos eran maestros. Pero el muchacho, conteniendo el caballo: “Ser sacerdote”, contestó, y siguió la carrera. Fue cabalmente en estos años de crecimiento interior cuando su enfermó de tuberculosis. Lo volvieron a su clima nativo, pero no bastó. Monseñor Cagliero pensó entonces que en Italia habría encontrado mejores atenciones médicas. Su presencia no pasó desapercibida en el país: los periódicos hablaron con admiración del Príncipe de las Pampas. Don Rúa lo sentó a la mesa con el Consejo General. Pio X lo recibió en audiencia privada, escuchándolo con interés y regalándole una medalla suya ad príncipes. El 28 de marzo de 1905 hubo que asilarlo en el hospital Fatebenefratelli de la Isla Tiberina, donde se apagó el 11 de mayo siguiente, dejando tras sí una huella de bondad, diligencia, pureza y alegría inimitables. Era un fruto maduro de la espiritualidad juvenil salesiana. Sus restos se hallan ahora en el Santuario de Fortín Mercedes, Argentina, y esa tumba suya es meta de peregrinaciones ininterrumpidas, porque grande es la fama de santidad de que él goza entre su gente.

jueves, 4 de octubre de 2007

¿Es verdad que la santidad consiste en estar siempre alegres?

Es el lema de los Amigos de Domingo Savio (ads) y se le encuentra en casi todas las paredes de los colegios y oratorios salesianos. Es un lema atrayente. Pero... ¿no le falta algo muy importante? Veamos el contexto en que fue dicha.

La frase que aparece en la biografía de santo Domingo Savio escrita por san Juan Bosco. Domingo se preocupaba por ayudar a un buen compañero del Oratorio llamado Camilo Gavio. Conversaban sobre la posibilidad de hacerse santo. La frase tomada sin el contexto, y mutilada así, no revela en verdad el pensamiento de Domingo Savio, ni de don Bosco su educador. Así dice el texto en el capítulo XVIII de esa Vida de Domingo Savio:

Domingo Savio se encuentra con Camilo Gavio y le pregunta:
- ¿Qué te pasa que estás triste? ¿Te encuentras enfermo?
- Sí, he estado gravemente enfermo. Un ataque del corazón me llevó al borde del sepulcro y aún no me he curado del todo
- Desearías curar, ¿verdad?
- Hombre, estoy completamente resignado a la voluntad de Dios
Estas últimas palabras demostraban que Gavio era un joven de piedad nada común y constituyeron un verdadero consuelo para el corazón de Domingo. En consecuencia, reanudó el diálogo con toda confianza:
- Quien desea hacer la voluntad de Dios desea santificarse. Entonces tú deseas ser santo, ¿verdad?
- Sí, ésta es mi gran ilusión
- Muy bien, así aumentaremos el número de nuestros amigos y tomarás parte con nosotros en nuestros esfuerzos por santificarnos
- Es algo muy hermoso, pero no sé qué hacer
- Te lo voy a decir en pocas palabras: TIENES QUE SABER QUE AQUÍ NOSOTROS HACEMOS CONSISTIR LA SANTIDAD EN ESTAR MUY ALEGRES. PROCURAMOS POR ENCIMA DE TODO HUIR DEL PECADO, COMO DE UN GRAN ENEMIGO QUE NOS ROBA LA GRACIA DE DIOS Y LA PAZ DEL CORAZÓN. EN SEGUNDO LUGAR,TRATAMOS DE CUMPLIR EXACTAMENTE NUESTROS DEBERES Y FRECUENTAR LAS PRÁCTICAS DE PIEDAD. EMPIEZA DESDE HOY A ESCRIBIR COMO RECUERDO LA FRASE: "SERVID AL SEÑOR CON ALEGRÍA".
De modo que "alegres" sí, pero la alegría es producto de una vida vivida en gracia, alejada del pecado, cumpliendo con todos los deberes y acercándose a los sacramentos. Ese es el programa completo de la santidad juvenil salesiana.