sábado, 30 de enero de 2010

La Congregación hoy


A 150 años de la fundación de la “Sociedad de San Francisco de Sales”, nombre oficial de la congregación fundada por san Juan Bosco, los Salesianos, tratando se ser fieles al carisma inspirado por Dios al santo de los Jóvenes trabajan en prácticamente todo el mundo al servicio de los jóvenes, de su mundo y de sus inquietudes y anhelos.

El día de hoy los SDB (Salesianos de Don Bosco), como son mejor conocidos, se encuentran presentes en casi 130 países, organizados en casi 95 circunscripciones en todos los continentes.

El número de casas salesianas es aproximadamente de 1850 en las que operan los alrededor de 16,000 salesianos, de los cuales más de 10,000 sacerdotes, 2,000 socios laicos y cerca de 2,800 seminaristas.

Una de las convicciones y sentimientos promovidos siempre por Don Bosco entre sus muchachos y entre sus salesianos fue el amor y fidelidad al Papa y a la Iglesia, una actitud manifestada principalmente a través del compromiso misionero. Ya en los primeros años de vida de la Congregación Salesiana, Don Bosco envió a los primeros misioneros salesianos a América, y tras aquella primera expedición han venido detrás otros miles de misioneros que partieron a todos los rincones del mundo en otras 139 expediciones misioneras.

Otra expresión de amor y fidelidad al sucesor de san Pedro ha sido la aceptación de responsabilidades en la Iglesia, sobre todo en sitios apartados y necesitados de pastor. Actualmente alrededor de 120 salesianos sirven como obispos en diversos lugares.

Don Bosco al fundar a los Salesianos puso la primera piedra también de una obra aún más grande, una familia espiritual: La Familia Salesiana. Y es que tras los Salesianos vinieron después las fundaciones de las Hijas de María Auxiliadora (Salesianas), de la Asociación de Salesianos Cooperadores, los Exalumnos, la Asociación de Devotos de María Auxiliadora y, luego, otros muchos más entre los cuales hay institutos seculares, congregaciones religiosas tanto masculinas como femeninas y numerosas asociaciones de fieles hasta llegar a los actuales 27 grupos oficialmente pertenecientes a la Familia Salesiana.

México recibió a los hijos de Don Bosco a finales de 1892, eran 5, sus nombres: los sacerdotes Angel Piccono, Rafael Piperni y Simon Visintainer; el salesiano coadjutor (laico) Pedro Tagliaferri, y el clérigo Agustín Osella.

En nuestro país los Salesianos trabajan principalmente en colegios, oratorios y centros juveniles, atendiendo también algunas parroquias y templos, sin dejar de mencionar la significativa presencia misionera en la Prelatura Mixe, en Oaxaca.

Los estados en los que actualmente trabajan los hijos de Don Bosco en la República Mexicana son: Baja California Norte, Sonora, Chihuahua, Sinaloa, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, San Luis Potosí, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Colima, Querétaro, Estado de México, Puebla, Tlaxcala, Oaxaca, Chiapas, Yucatán, además del Distrito Federal, para un total de 50 pertenecientes a dos circunscripciones (inspectorías) distintas: México Norte con sede en Guadalajara, y México Sur con sede en la capital del país. Entre ambas suman a más de 350 religiosos salesianos, entre sacerdotes, coadjutores y seminaristas, además de 2 obispos: Mons. Luis Felipe Gallardo Martín del Campo, obispo de Veracruz, y Mons. Héctor Guerrero Córdova, obispo prelado de Mixes.

Un dato interesante acerca de la Congregación Salesiana y México es que el actual Rector Mayor, el IX sucesor de Don Bosco es el P. Pascual Chávez, salesiano mexicano.

por Sr. Jesús García sdb

domingo, 17 de enero de 2010

El crecimiento de la congregación

El primer crecimiento se da con la multiplicación de los Oratorios atendidos directamente por Don Bosco, quien inició con el Oratorio de San Francisco de Sales en su etapa de asentamiento y consolidación a partir de 1846, posteriormente en 1847 funda un nuevo Oratorio junto a la estación ferroviaria de Porta Nova dedicado a San Luis Gonzaga y el año de 1849 se le confía el ya existente de Vanchilia dedicado al Santo Ángel Custodio. El arzobispo de Turín Mons. Luis Fransoni le concederá la dirección con espíritu propio de estos tres Oratorios con un decreto firmado en 1852. Esto permitió a Don Bosco pensar seriamente en una fundación propia para la atención de los Oratorios.

Ya fundada la congregación, un segundo signo de crecimiento es la apertura de nuevas obras dentro y fuera de Turín, en algunas diócesis del Piamonte, con el fin de dar un aporte a la difícil situación del cierre de seminarios y la nueva política educativa del Estado Liberal; serían entonces colegios y hospicios con la función también de seminarios menores. Una primer experiencia que fue más bien pasajera se realizó en Giaveno (1860); posteriormente la primer Obra considerada como tal fue Mirabello en 1863 y a ésta le siguió Lanzo en 1864. Estas dos fueron las Obras pioneras para la fundación de nuevas presencias y la expansión de la Congregación orientada hacia la enseñanza, dando preferencia al internado, para favorecer la integralidad de la formación y conservar la fisonomía de Casa para la juventud pobre y abandonada.

Con la solicitud, y al mismo tiempo la petición de aprobación de la Pía Sociedad por algunos obispos, el 23 de julio de 1864 la Sagrada Congregación de Obispos y Religiosos proclamaba el “Decretum Laudis”, que acreditaba la existencia y espíritu de la nueva Sociedad; posteriormente llegaría la aprobación oficial y definitiva con el decreto pontificio el 1 de marzo de 1869. Las Constituciones serán aprobadas definitivamente el 13 de abril de 1874.

En 1872 se inicia una nueva etapa: atender y llegar también al ámbito femenino con los mismos propósitos y el mismo espíritu con que ya se hacía entre los varones. Se da entonces la fundación del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora con María Dominga Mazzarello (hoy santa) a la cabeza. Posteriormente se dará mayor fuerza al espíritu y al carisma en la misión con la fundación de la Pía Unión de Salesianos Cooperadores en 1876, donde laicos que gustan del carisma se unen apostólicamente a la salvación de los jóvenes.

En el año 1875 un nuevo acontecimiento de gracia permite no sólo la expansión por Europa, sino que se inicia el capítulo de la labor misionera, especialmente en América, con el fin de llegar a más y más jóvenes del mundo entero. A la muerte de Don Bosco habrá 57 casas en 6 inspectorías, con 773 salesianos.


Miguel Rúa (hoy beato) es el primer sucesor (1888 a 1910) y con él se dará un gran impulso de crecimiento y labor misionera. La Congregación pasará a tener a su muerte 345 casas en 34 inspectorías y con 4,000 salesianos. No fue sólo el contexto político, religioso y social lo que favoreció este crecimiento sino también su gran ascendiente moral y religioso. En esta etapa se dan los primeros pasos en otras partes del mundo además de Europa y América.

A Pablo Álbera, segundo sucesor (1910 a 1921) le tocaron momentos muy difíciles con la I Guerra Mundial, lo cual trajo consigo una contracción que fue superada al término de las hostilidades. Se abrieron presencias en Hungría, Alemania, Centroamérica y Cuba.

Felipe Rinaldi (Beato), tercer sucesor (1922 a 1931) tuvo una grande oportunidad de expansión llegando a abrirse en este periodo más de 250 nuevas casas, pasando los salesianos de 6,000 a 10,000.

A Don Pedro Ricaldone, cuarto sucesor (1932 a 1951) le tocó dar estabilidad a las estructuras bajo el triste y tormentoso periodo de la II Guerra Mundial. Posteriormente Don Renato Ziggiotti (Rector de 1952 a 1965) emprendió grandes viajes de animación entre los cuales estuvo México. Al final de su rectorado los salesianos llegaron a ser más de 20,000.

Don Luis Ricceri tuvo un rectorado difícil (de 1965 a 1977) por las consecuencias del choque ideológico del mundo contemporáneo, que trajo consigo una considerable disminución numérica del personal salesiano, no así de las casas que en realidad fueron pocas la afectadas por el cierre, ya que se buscó la manera de conservar las presencias, por el bien que se estaba haciendo.

Don Egidio Viganó (de 1977 a 1995) inició el proyecto África que vino a consolidar la presencia que ya había y a concretar nuevas presencias en este Continente. Con la caída del muro de Berlín también impulsó el reconocimiento y apertura de las presencias que hoy trabajan en la Europa del Este.

Don Juan E. Vecchi (de 1996 a 2002) afrontó y promovió un fuerte impulso de definición de la pastoral juvenil salesiana.

Bajo el rectorado actual, el de Don Pascual Chávez, sucesor de Don Bosco desde 2002, a pesar de la disminución numérica, la fundación de nuevas presencias no ha parado. La congregación se ha lanzado en estos últimos años con gran esperanza hacia la renovación espiritual y el lanzamiento de nuevos proyectos y modalidades de presencia al servicio de los jóvenes.

Por P. Alejandro Zepeda

lunes, 11 de enero de 2010

Don Rúa. Su actividad a favor de México


Se cumplen cien años de la muerte de don Miguel Rúa, primer sucesor de don Bosco, ¿qué hizo por México durante los 20 años de su rectorado, de 1890 a 1910?

Los cooperadores salesianos
El primer grupo de cooperadores salesianos mexicanos surgió en la ciudad de México el 22 de junio de 1889; de inmediato le escribieron a don Rúa dos de ellos: el Sr. Edith Borrell y el Sr. Ángel Lascuráin. A partir de esa fecha hubo un abundante carteo, especialmente del Sr. Lascuráin con don Rúa: le informaba del apostolado que hacían los Cooperadores en la ciudad de México, sobre todo de un pequeño colegio llamado “Salesiano”; también le hablaba de la protección que daban a la obra los obispos, en particular el arzobispo de México y daba noticias de otros socios que se adherían a los cooperadores en la ciudad de México, y también en Puebla y Veracruz.
A partir de 1890 el Sr. Ángel le pidió insistentemente al P. Rúa que mandara salesianos para el colegio; también le daba abundantes noticias de la marcha del mismo en los años 1890 y 1891, así como de los problemas que encontraba para llevarlo adelante. Don Rúa respondía en diversas ocasiones, animando a don Ángel a seguir con esas actividades; pero en relación al colegio le informaba que no le era posible mandar salesianos porque no los había; que quizá podría enviarlos dentro de uno o dos años.
Todo esto lo ha tratado con gran competencia el Sr. Jorge Garibay en varios números del Boletín Salesiano del año 2009; por esto voy a iniciar mi relato a partir del año 1892, cuando llegaron los primeros salesianos.

Llegada de los primeros salesianos
Dios premió los trabajos de los cooperadores salesianos y su insistencia para lograr que don Rúa enviara los salesianos a México. Éstos llegaron a la ciudad de México el 2 de diciembre de 1892. Los recién llegados eran cinco, todos italianos: P. Ángel Piccono, P. Rafael Piperni, P. Simón Visintainer, coadjutor Pedro Tagliaferri y estudiante Agustín Osella. De inmediato se pusieron a trabajar.
El pequeño colegio, ubicado en la colonia de Santa Maria, solo podía cobijar a unos 40 internos; los salesianos que estaban acostumbrados a los 800 internos que había en el Oratorio de San Francisco de Sales que don Bosco había fundado en Turín, buscaron soluciones. Pronto el cooperador salesiano don Eduardo Zozaya les regaló un terreno de veinte mil metros en su hacienda de la Ascensión, en las afueras de la ciudad, en lo que sería más tarde la colonia de Santa Julia.

La construcción del nuevo edificio
El 29 de enero de 1893 el arzobispo de México, Mons. Próspero María Alarcón, bendijo y colocó la primera piedra del nuevo edificio, proyectado para asilar a 500 internos; de inmediato comenzaron los trabajos: el P. Piperni y el Sr. Osella, con los diez alumnos más pequeños se establecieron en algunas habitaciones de la hacienda que puso a su disposición el Sr. Zozaya. Desde allí el P. Piperni iba a la construcción y allí el Sr. Osella atendía a los alumnos. Los otros tres salesianos, con 30 alumnos permanecieron en la antigua casa.
Los albañiles eran numerosos y se requería mucho dinero para levantar el gran edificio, de cien metros por lado. El P. Piccono y el P. Piperni los fines de semana hacían colectas en algunos templos del centro; los cooperadores que iban en aumento, ayudaban de acuerdo a sus posibilidades. Siguiendo las crónicas y algunas cartas que le escriben a don Rúa, sabemos que en marzo ya estaban los cimientos, en mayo las paredes se levantaban a la altura de las ventanas, en julio ya se podían utilizar cuatro salones para talleres y clases, por lo que en agosto todos los 40 alumnos pasaron a santa Julia: dormían en la hacienda y tenían los talleres y las clases en la nueva construcción. Al fin del año ya había cien metros de construcción, en una de las alas.

Progresos en 1894
A comienzos de 1894 se comenzó en Santa Julia el año escolar con 141 alumnos, que se alojaban en la hacienda y tenían sus clases y talleres en el nuevo edificio, que seguía en construcción. En enero habían llegado otros siete salesianos y seis Hijas de María Auxiliadora. Las religiosas se establecieron en el antiguo y pequeño colegio que habían ocupado los salesianos en la colonia de Santa María.
Mientras tanto, los hijos de don Bosco, en abril, iniciaron también en la ciudad de Puebla, una nueva obra salesiana; pasó a Puebla el P. Rafael Piperni con el P. Simón Visintainer y el Seminarista Juan Vieceli. Disponían allí de una casa de discretas proporciones que los salesianos, con ayuda de los Cooperadores fueron ampliando.

El interés de don Rúa por México
En lo que llevamos visto pudiera parecer que don Rúa no tenía nada que ver; todo lo contrario. El Padre, se preocupó por buscar los salesianos que envió a México en estos años. El 5 de septiembre de 1892 el P. Rafael Piperni le había escrito al Sr. Ángel Lascuráin, comentando que Don Rúa hubiera querido enviar a lo menos unos diez salesianos a México, pero que le fue realmente imposible.
Los salesianos llegaron a México el día 2 de diciembre y ya el 8 el P. Ángel Piccono le escribió a don Rúa dándole cuenta de la llegada, de las primeras impresiones sobre la ciudad de México, los cooperadores, el colegio, etc. Fueron muy numerosas las cartas que el P. Ángel y el P. Rafael Piperni enviaron a don Rúa en estos años. Don Rúa estaba bien informado sobre lo que hacían los salesianos en México. Muchas de esas cartas se publicaron en el Boletín Salesiano.
Un año después, don Rúa escribe en el Boletín Salesiano de enero de 1894: “En México se echaron los cimientos y se terminó una parte de una vastísima construcción que con la caridad de generosos benefactores esperamos muy pronto llevar a término…”
Es interesante lo que pasó con la fundación de la obra salesiana de Puebla, que se inició sin la aprobación de don Rúa. El P. Piperni le escribió el 24 de abril de 1894: “La casa está fundada. Hay todo, menos la bendición y aprobación formal de V. Señoría: faltando ésta el edificio… se vendrá abajo…”. Don Rúa respondió el 21 de mayo: “Ya mandé mi bendición y la renuevo de corazón”.
Son algunas pocas muestras de lo que don Rúa hizo por las obras salesianas de las ciudades de México y Puebla en los años 1892 a 1894.

Por P. Francisco Castellanos

jueves, 7 de enero de 2010

¿Quién es Don Bosco?

Active ImageEn el ambiente cristiano de una familia humilde y pobre, en I Becchi, un pequeño poblado del Piamonte italiano, nació Juanito Bosco el 15 de agosto de 1815, hijo de Francisco Luis Bosco y Margarita Occhiena, modestos campesinos que ganaban sobria y honradamente el pan de cada día. Dos hermanos mayores, Antonio y José Luis y la abuela paterna, Margarita Zucca, integraban también esta familia.

Dice el mismo Don Bosco: “el primer hecho del que guardo memoria fue la muerte mi padre, el 11 de mayo de 1817, y las palabras llenas de dolor que me dirigía mi madre: ¡pobre hijo mío, ya no tienes padre”. La orfandad paterna y la pobreza fue la primera experiencia de su vida, pero acompañado, guiado y formado siempre por una madre cariñosa y dedicada por entero a ellos. Ella supo integrar en la educación de sus hijos, la mano dura y el rostro amable. Juanito siempre sintió el apoyo y cariño de su madre.

Cuando tenía nueve años, Juan tuvo un sueño que quedó profundamente grabado en su mente y en su corazón, en él se le indicó su futuro vocacional: lo que ocurrió en la escena de los animales feroces transformados en corderos, él tendría que hacerlo con los muchachos difíciles, pobres y abandonados y hacer de ellos buenos cristianos y honrados ciudadanos. Con muchas dificultades y carencias económicas logra entrar a las escuelas públicas de Castelnuovo y después de Chieri. Finalmente aconsejado por el sacerdote Comollo decide entrar al seminario de San Felipe en Chieri y el 5 de Junio de 1841 recibe de manos del arzobispo Luis Fransoni, la ordenación sacerdotal.

 Los primeros tres años de su sacerdocio los pasó en el “Convitto Eclesiástico” -un centro de formación para sacerdotes- en la ciudad de Turín, bajo la guía y dirección espiritual de san José Cafasso. Ahí aprendió a ser sacerdote y tuvo sus primeras experiencias pastorales en las cárceles de la ciudad atendiendo amigablemente a los muchachos que estaban expuestos a todo tipo de peligros; físicos, morales y espirituales. Ahí descubre que su verdadera y eficaz labor pastoral no se encontraba en las prisiones sino fuera de ellas ocupándose en evitar que los muchachos cayeran en ellas.

Es así como en el otoño de 1846 se establece en el barrio de Valdocco y comienza la obra del Oratorio, encomendado al patrocinio de san Francisco de Sales. Ahí recibe a niños y adolescentes los domingos y días festivos, para instruirlos en la fe, educarlos y entretenerlos sanamente. Posteriormente recibirá en su casa a los muchachos huérfanos que carecían de todo. También él como Jesús, constató que la mies es mucha y los trabajadores pocos, al principio algunos sacerdotes amigos y simpatizantes con su obra le ayudaban pero después lo dejaban sólo. Por lo que se fue dando cuenta que sus mejores colaboradores deberían salir de entre los mismos muchachos que él atendía, educaba y formaba.

Así lo había visto en el sueño, primero los animales feroces se convertían en corderos y después salían pastores del rebaño.

P. Felipe Carranza, sdb

lunes, 4 de enero de 2010

Bienaventurado Don Bosco

Bienaventurado Juan Bosco
porque fuiste pobre,
libre de ataduras humanas
para entregarte generoso a los muchachos,
ni siquiera eras dueño de tu corazón,
los chicos te lo robaron,
lo ganaron para Dios.
Tú única posesión era un pedacito de cielo que lo arregla todo.

Bienaventurado Juan Bosco
que lloraste tus pecados
y los de tus chicos,
porque has sido consolado con el Auxilio de María,
descubriendo en la Pascua de Cristo
la causa de la alegría que nadie nos puede arrebatar,
la alegría que nos lleva a la santidad.

Bienaventurado Juan Bosco
porque doblegaste tu orgullo
con tal de ser manso para ganar a tus jóvenes,
para no perderles,
para amarles.
Y así les heredaste no sólo Valdocco,
sino espaciosos patios
que en todo el mundo
acogen a tus muchachos.

Bienaventurado seas Juan Bosco
porque tuviste hambre,
porque no te alcanzaba el pan
que compartías con aquellos que llamabas,
porque confiado en la Providencia,
dabas a manos llenas,
porque el mejor pan, el Pan del Cielo,
fue el objeto de tu amor y de tus delicias.

Bienaventurado Juan Bosco
confesor misericordioso,
capaz de leer los corazones
y de devolverles la paz de Cristo,
porque así también fuiste consolado,
al reconocer que la mano de Dios
a través de María
nunca te abandonó en tu camino.

Bienaventurado Juan Bosco
porque tu corazón limpio,
conservado puro con esfuerzo y vigilancia,
te hizo ver a Dios,
aún en aquellos chicos
más repugnantes a los ojos de los hombres.
No sólo veías al Invisible,
sino que poco a poco aprendiste a ver como Él.

Bienaventurado Juan Bosco
porque en medio de la tempestad
quisiste trabajar por la paz y la justicia,
la justicia en las fábricas,
la paz en la Iglesia,
la paz en tu familia del Oratorio
y por ello Cristo te ha hecho entrar en su Reino,
un jardín donde nos esperas a todos tus chicos,
en la felicidad que no se acaba,
porque es la Casa del Padre.

Francisco E. Zulaica, sdb