El 28 de febrero de 1884, no obstante su mala salud, don Bosco anuncia que viajará a Francia y buscar ayuda económica. El doctor Albertotti se lo desaconsejó, pero el santo mantuvo su decisión. Al día siguiente mandó llamar al notario y le dictó su testamento; después llamó a don Rua y a don Cagliero y, señalando el acta notarial, les dijo:
- Éste es mi testamento. Los he dejado a ustedes dos como mis herederos universales. Si no regreso del viaje, como supone el médico, ustedes ya saben cómo están las cosas.
Don Rua salió de la habitación y don Cagliero se quedó porque así se lo indicó don Bosco. Este buen hijo le dijo:
- Entonces, ¿realmente quiere partir en esas condiciones?
- ¿Cómo quieres que haga de otro modo? ¿No ves que nos hacen falta recursos? Si no voy, no sabría cómo hacer para dar de comer a nuestros muchachos. Solamente de Francia puedo esperar ayuda.
Cagliero, llorando como un niño, le replicó:
- Vaya, pues, nosotros rezaremos.
Don Bosco le dijo:
- Bueno, yo me voy para Francia. El testamento ya está redactado y en regla. Te lo dejo en esta cajita. Consérvala y será para ti mi último recuerdo.
- Éste es mi testamento. Los he dejado a ustedes dos como mis herederos universales. Si no regreso del viaje, como supone el médico, ustedes ya saben cómo están las cosas.
Don Rua salió de la habitación y don Cagliero se quedó porque así se lo indicó don Bosco. Este buen hijo le dijo:
- Entonces, ¿realmente quiere partir en esas condiciones?
- ¿Cómo quieres que haga de otro modo? ¿No ves que nos hacen falta recursos? Si no voy, no sabría cómo hacer para dar de comer a nuestros muchachos. Solamente de Francia puedo esperar ayuda.
Cagliero, llorando como un niño, le replicó:
- Vaya, pues, nosotros rezaremos.
Don Bosco le dijo:
- Bueno, yo me voy para Francia. El testamento ya está redactado y en regla. Te lo dejo en esta cajita. Consérvala y será para ti mi último recuerdo.
Don Cagliero, creyendo que en la caja estaba el testamento que ya conocía, la tomó y la metió en su bolsillo sin abrirla. La abrió seis meses después, cuando don Bosco, contra todo pronóstico de los médicos, regresó de Francia. Y vio entonces que dentro de la cajita estaba el anillo de oro matrimonial del padre del santo. Guardó tan hermoso recuerdo durante toda su vida.
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