El 3 de noviembre de 1846 mamá Margarita seguía a don Bosco a Turín, para instalarse como mamá en el Oratorio apenas naciente. Allí hacía de todo para gobernar esa casita. También la hizo de peluquera. Un exalumno apellidado Roba, que después tuvo un expendio de tabaco en Pecceto Turinés, a la bella edad de 96 años contaba que había sido compañero de Domingo Savio y del beato Miguel Rua, y el venerando anciano narraba este bello episodio de la vida primitiva del Oratorio. “En el tiempo en que estuve en el Oratorio, de 1854 a 1860, una vez mamá Margarita me cortó el pelo. Con las tijeras me hizo unos cortes que parecían las gradas de una escalera. Cuando me quejé, la santa mujer me dijo: estos escalones harán que puedas subir al cielo”. Una buena educadora de la fe esta mamá Margarita, que con esto le quería decir al muchacho: si soportas con humildad este trabajo imperfecto que hice, tú te ganarás el cielo. (D.B. inédito, p. 45)
miércoles, 19 de marzo de 2008
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