miércoles, 19 de marzo de 2008

Mamá Margarita “peluquera”


El 3 de noviembre de 1846 mamá Margarita seguía a don Bosco a Turín, para instalarse como mamá en el Oratorio apenas naciente. Allí hacía de todo para gobernar esa casita. También la hizo de peluquera. Un exalumno apellidado Roba, que después tuvo un expendio de tabaco en Pecceto Turinés, a la bella edad de 96 años contaba que había sido compañero de Domingo Savio y del beato Miguel Rua, y el venerando anciano narraba este bello episodio de la vida primitiva del Oratorio. “En el tiempo en que estuve en el Oratorio, de 1854 a 1860, una vez mamá Margarita me cortó el pelo. Con las tijeras me hizo unos cortes que parecían las gradas de una escalera. Cuando me quejé, la santa mujer me dijo: estos escalones harán que puedas subir al cielo”. Una buena educadora de la fe esta mamá Margarita, que con esto le quería decir al muchacho: si soportas con humildad este trabajo imperfecto que hice, tú te ganarás el cielo. (D.B. inédito, p. 45)

martes, 4 de marzo de 2008

El anillo matrimonial del papá de Don Bosco


El 28 de febrero de 1884, no obstante su mala salud, don Bosco anuncia que viajará a Francia y buscar ayuda económica. El doctor Albertotti se lo desaconsejó, pero el santo mantuvo su decisión. Al día siguiente mandó llamar al notario y le dictó su testamento; después llamó a don Rua y a don Cagliero y, señalando el acta notarial, les dijo:
- Éste es mi testamento. Los he dejado a ustedes dos como mis herederos universales. Si no regreso del viaje, como supone el médico, ustedes ya saben cómo están las cosas.
Don Rua salió de la habitación y don Cagliero se quedó porque así se lo indicó don Bosco. Este buen hijo le dijo:
- Entonces, ¿realmente quiere partir en esas condiciones?
- ¿Cómo quieres que haga de otro modo? ¿No ves que nos hacen falta recursos? Si no voy, no sabría cómo hacer para dar de comer a nuestros muchachos. Solamente de Francia puedo esperar ayuda.
Cagliero, llorando como un niño, le replicó:
- Vaya, pues, nosotros rezaremos.
Don Bosco le dijo:
- Bueno, yo me voy para Francia. El testamento ya está redactado y en regla. Te lo dejo en esta cajita. Consérvala y será para ti mi último recuerdo.


Don Cagliero, creyendo que en la caja estaba el testamento que ya conocía, la tomó y la metió en su bolsillo sin abrirla. La abrió seis meses después, cuando don Bosco, contra todo pronóstico de los médicos, regresó de Francia. Y vio entonces que dentro de la cajita estaba el anillo de oro matrimonial del padre del santo. Guardó tan hermoso recuerdo durante toda su vida.