En su Testamento Espiritual nos dejó escrito:
“Con los externos hay que tolerar mucho, y soportar incluso alguna pérdida, antes que llegar a litigios. Con las autoridades civiles y eclesiásticas conviene aguantar todo lo que se pueda honestamente, pero no hay que llegar a pleitos ante los tribunales laicos.
Pero como algunas veces no se pueden evitar, yo les aconsejo que se acuda a la intervención de una o dos personas que hagan de árbitros o jueces, con plenos poderes, ateniéndose a su veredicto. De este modo se salva la conciencia y se pone fin a asuntos que ordinariamente son largos y costosos y en los cuales difícilmente se mantiene la paz y la caridad”
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