Se cumplen cien años de la muerte de don Miguel Rúa, primer sucesor de don Bosco, ¿qué hizo por México durante los 20 años de su rectorado, de 1890 a 1910?
Los cooperadores salesianos
El primer grupo de cooperadores salesianos mexicanos surgió en la ciudad de México el 22 de junio de 1889; de inmediato le escribieron a don Rúa dos de ellos: el Sr. Edith Borrell y el Sr. Ángel Lascuráin. A partir de esa fecha hubo un abundante carteo, especialmente del Sr. Lascuráin con don Rúa: le informaba del apostolado que hacían los Cooperadores en la ciudad de México, sobre todo de un pequeño colegio llamado “Salesiano”; también le hablaba de la protección que daban a la obra los obispos, en particular el arzobispo de México y daba noticias de otros socios que se adherían a los cooperadores en la ciudad de México, y también en Puebla y Veracruz.
A partir de 1890 el Sr. Ángel le pidió insistentemente al P. Rúa que mandara salesianos para el colegio; también le daba abundantes noticias de la marcha del mismo en los años 1890 y 1891, así como de los problemas que encontraba para llevarlo adelante. Don Rúa respondía en diversas ocasiones, animando a don Ángel a seguir con esas actividades; pero en relación al colegio le informaba que no le era posible mandar salesianos porque no los había; que quizá podría enviarlos dentro de uno o dos años.
Todo esto lo ha tratado con gran competencia el Sr. Jorge Garibay en varios números del Boletín Salesiano del año 2009; por esto voy a iniciar mi relato a partir del año 1892, cuando llegaron los primeros salesianos.
Llegada de los primeros salesianos
Dios premió los trabajos de los cooperadores salesianos y su insistencia para lograr que don Rúa enviara los salesianos a México. Éstos llegaron a la ciudad de México el 2 de diciembre de 1892. Los recién llegados eran cinco, todos italianos: P. Ángel Piccono, P. Rafael Piperni, P. Simón Visintainer, coadjutor Pedro Tagliaferri y estudiante Agustín Osella. De inmediato se pusieron a trabajar.
El pequeño colegio, ubicado en la colonia de Santa Maria, solo podía cobijar a unos 40 internos; los salesianos que estaban acostumbrados a los 800 internos que había en el Oratorio de San Francisco de Sales que don Bosco había fundado en Turín, buscaron soluciones. Pronto el cooperador salesiano don Eduardo Zozaya les regaló un terreno de veinte mil metros en su hacienda de la Ascensión, en las afueras de la ciudad, en lo que sería más tarde la colonia de Santa Julia.
La construcción del nuevo edificio
El 29 de enero de 1893 el arzobispo de México, Mons. Próspero María Alarcón, bendijo y colocó la primera piedra del nuevo edificio, proyectado para asilar a 500 internos; de inmediato comenzaron los trabajos: el P. Piperni y el Sr. Osella, con los diez alumnos más pequeños se establecieron en algunas habitaciones de la hacienda que puso a su disposición el Sr. Zozaya. Desde allí el P. Piperni iba a la construcción y allí el Sr. Osella atendía a los alumnos. Los otros tres salesianos, con 30 alumnos permanecieron en la antigua casa.
Los albañiles eran numerosos y se requería mucho dinero para levantar el gran edificio, de cien metros por lado. El P. Piccono y el P. Piperni los fines de semana hacían colectas en algunos templos del centro; los cooperadores que iban en aumento, ayudaban de acuerdo a sus posibilidades. Siguiendo las crónicas y algunas cartas que le escriben a don Rúa, sabemos que en marzo ya estaban los cimientos, en mayo las paredes se levantaban a la altura de las ventanas, en julio ya se podían utilizar cuatro salones para talleres y clases, por lo que en agosto todos los 40 alumnos pasaron a santa Julia: dormían en la hacienda y tenían los talleres y las clases en la nueva construcción. Al fin del año ya había cien metros de construcción, en una de las alas.
Progresos en 1894
A comienzos de 1894 se comenzó en Santa Julia el año escolar con 141 alumnos, que se alojaban en la hacienda y tenían sus clases y talleres en el nuevo edificio, que seguía en construcción. En enero habían llegado otros siete salesianos y seis Hijas de María Auxiliadora. Las religiosas se establecieron en el antiguo y pequeño colegio que habían ocupado los salesianos en la colonia de Santa María.
Mientras tanto, los hijos de don Bosco, en abril, iniciaron también en la ciudad de Puebla, una nueva obra salesiana; pasó a Puebla el P. Rafael Piperni con el P. Simón Visintainer y el Seminarista Juan Vieceli. Disponían allí de una casa de discretas proporciones que los salesianos, con ayuda de los Cooperadores fueron ampliando.
El interés de don Rúa por México
En lo que llevamos visto pudiera parecer que don Rúa no tenía nada que ver; todo lo contrario. El Padre, se preocupó por buscar los salesianos que envió a México en estos años. El 5 de septiembre de 1892 el P. Rafael Piperni le había escrito al Sr. Ángel Lascuráin, comentando que Don Rúa hubiera querido enviar a lo menos unos diez salesianos a México, pero que le fue realmente imposible.
Los salesianos llegaron a México el día 2 de diciembre y ya el 8 el P. Ángel Piccono le escribió a don Rúa dándole cuenta de la llegada, de las primeras impresiones sobre la ciudad de México, los cooperadores, el colegio, etc. Fueron muy numerosas las cartas que el P. Ángel y el P. Rafael Piperni enviaron a don Rúa en estos años. Don Rúa estaba bien informado sobre lo que hacían los salesianos en México. Muchas de esas cartas se publicaron en el Boletín Salesiano.
Un año después, don Rúa escribe en el Boletín Salesiano de enero de 1894: “En México se echaron los cimientos y se terminó una parte de una vastísima construcción que con la caridad de generosos benefactores esperamos muy pronto llevar a término…”
Es interesante lo que pasó con la fundación de la obra salesiana de Puebla, que se inició sin la aprobación de don Rúa. El P. Piperni le escribió el 24 de abril de 1894: “La casa está fundada. Hay todo, menos la bendición y aprobación formal de V. Señoría: faltando ésta el edificio… se vendrá abajo…”. Don Rúa respondió el 21 de mayo: “Ya mandé mi bendición y la renuevo de corazón”.
Son algunas pocas muestras de lo que don Rúa hizo por las obras salesianas de las ciudades de México y Puebla en los años 1892 a 1894.
Por P. Francisco Castellanos
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